Marisol salió de Chile a comienzos del dos mil, iniciando un viaje motivado por la cultura al otro lado del mundo. Junto a su pareja, Juan José Olavarrieta y Gajuca, su compañía de teatro llegó a Japón, donde indagó en los orígenes del arte del Butoh. Cuatro años después, armó las maletas y partió al viejo continente. Su destino fue Alemania, donde comenzó un importante proceso creativo que mostró sus frutos en México, país en el que aterrizó en 2008, para participar en un importante festival de teatro y sin darse cuenta se fue quedando hasta convertirlo en su hogar. Hoy vive en Cuernavaca, distante a 80 kilómetros de Ciudad de México, desde donde nos cuenta un poco más de su vida como chilena en el exterior.
¿Cómo ha sido vivir en tres culturas tan distintas entre sí?
Cuando llegamos a Japón fue de alto impacto. Los fríos eran muy intensos y el calor muy extremo, además había sido el accidente nuclear en Fukushima y yo tenía mucho miedo de los efectos de la radiación. Pero con mi pareja fuimos aprendiendo mucho de la cultura japonesa, muy distinta a la nuestra, pero muy enriquecedora. Asimismo, cumplimos nuestro objetivo que era interiorizarnos sobre la danza Butoh.
En Alemania seguimos estudiando más sobre esta técnica de danza y teatro. Vivimos en Berlín, donde me sentía como en el sur de Chile, ya que soy de Valdivia. Los fines de semana paseaba por las ferias donde vendían lácteos, quesos y otros productos, lo que me transportaba a Chile.
México es un país impresionante. Llegamos a presentarnos en un festival de teatro muy importante que se llama Cervantino y nos fuimos quedando y aquí estoy. Siempre le digo a mis amigos que México es mágico, porque es un país extremadamente generoso, que te abre las puertas y te da muchas oportunidades. Es un país que hay que entenderlo y nosotros que somos migrantes tenemos que entender que no estamos en nuestro país y que debemos respetar la idiosincrasia de ese país. Nosotros aportamos a esa economía, pero ellos aportan enseñándonos también y ese intercambio es exquisito. Aquí la pobreza y la riqueza conviven y eso lo puedes ver en una calle, donde hay una casa que vale millones y al lado hay una casa muy humilde. Este país se convirtió en nuestro hogar y pasó a ser nuestro centro de operaciones, ya que desde aquí salíamos a Japón, Alemania, Colombia y Chile.
¿Qué trabajos realizaste con tu compañía?
Trabajamos el Butoh como nosotros lo entendimos en Japón, ya que no tiene que ver con la muerte como muchos señalan, sino que en realidad es un teatro de crítica social, de protesta, de mostrar cosas. Lo conocimos de manera equivocada en Chile, lo comprendimos en Japón y en Alemania nos interiorizamos de sus detalles. Gracias a ese tipo de teatro montamos varias obras con un fuerte contenido social.
Cuando salimos de Chile teníamos tanto que decir, como que las momias más antiguas del mundo no están en Egipto, sino que en Chile y son las momias de Chinchorro. Entonces montamos una obra que se llama El Hallazgo y nos dedicamos a recorrer gran parte de América Latina y Europa, llevando este trabajo. Fue una manera de mostrar Chile y de llevarlo desde sus raíces. A través de nuestras puestas en escena buscábamos dar voz a quienes no tienen voz.
¿Cómo nace la Fundación Gajuca?
El proyecto cultural que teníamos con mi pareja, quien falleció, se transformó en la Fundación Gajuca, ya que el teatro me comenzó a doler y creo que fue por la falta de él, entonces comencé a trabajar más en el tema social que con el teatro lo hacíamos, me metí en el tema de la artesanía, las mujeres y el rescate de la identidad y esto que sólo era artes escénicas y nos dimos cuenta que había mucho que hacer. Me di cuenta que había mucho chileno trabajando en torno a la cultura y las artes, que se le hacía muy difícil trasladarse a México a mostrar su trabajo, entonces crear la fundación me pareció una forma de mantener en el extranjero, todo el trabajo que habíamos hecho con mi pareja.
Gracias a esta fundación pudimos hacer una colaboración muy fuerte en el tema social para nuestros compatriotas cuando fue la pandemia del Covid 19. Trabajamos con la Embajada y el Consulado de Chile en México para que muchos pudiesen retornar a Chile. Fue un gran trabajo como sociedad civil organizada.
¿En qué estás ahora?
Actualmente, estoy dedicada a las asesorías culturales. Abrimos una oficina de apoyo a la gestión migratoria y otras necesidades. Llevamos años con un proyecto que se llama “Comunidad Segura”, que es un espacio para mujeres chilenas. Con la pandemia del Covid 19 nos dimos cuenta que ni el gobierno de un país, ni la sociedad civil que no esté unida pueden hacerlo todo, tenemos que cooperar mutuamente. Entonces, si nos organizamos podemos ayudar más.
¿Extrañas Chile?
Chile se extraña mucho, sobre todo por mis tres hijas que están allá. A veces me da un poco de tristeza, porque creo que como país nos hemos desdibujado un poco. Antes teníamos más corazón, ahora somos más individualistas y nos cuesta el trabajo colectivo. Ojalá podamos recuperarnos y en este sentido creo que si los que estamos afuera podemos ayudar a que los que están adentro empiecen a mirar cómo nos vemos, creo que podemos hacer algo.
Más información sonre la fundación:
Ver sitio: http://gajuca.org/
Ver IG: @fundaciongajuca